Todos nos hacemos preguntas. Son parte de vivir, de tener una mente despierta. Para aprender tenemos que hacer preguntas. No se puede aprender sin ellas. Estúdiese usted mismo y fíjese cuántas preguntas se hace sobre determinada clase. Si no se hace preguntas quiere decir que no está aprendiendo.
Si está en la clase, anote las preguntas que se le ocurran si no quiere hacerlas en el momento. Si está estudiando del libro o de la libreta, escríbalas en el margen. Busque las respuestas lo más rápido posible. A veces la respuesta a una sola pregunta, sirve para encontrar la respuesta a un grupo. Si hace esto verá que la clase se vuelve más interesante.
Mientras está estudiando, es bueno preguntarse cuáles son las posibles preguntas que se harán en el examen. Si usted puede formular preguntas profundas del material es buena señal de que está preparado.
Por supuesto que hay diferentes niveles de preguntas. Sobre la situación en Irak las preguntas más superficiales serían, ¿donde está Irak?, ¿cuál es la población?, preguntas de información general. Preguntas a otro nivel serían ¿por qué hay guerra allí? ¿quién se beneficia? ¿por que hay iraquíes peleando unos con otros?. Aún a otro nivel: ¿cuáles son las causas de las guerras? ¿qué semejanzas hay entre esa guerra y la guerra civil en EEUU?. Podemos formularnos diferentes preguntas a diferentes niveles para cualquier tema. Si queremos aprender y salir bien, tenemos que hacernos preguntas profundas, esenciales, y establecer relaciones con otras clases que hayamos tomado.
Importante: Haga preguntas en clase, atrévase. No le haga caso a los compañeros que a veces hacen comentarios tontos. Ellos mismos se lo agradecerán ya que las preguntas, además de aclarar conceptos, hacen una pausa necesaria en la discusión. No haga caso a los profesores que cuando no saben la respuesta, o no les gusta que le interrumpan, salen con algún comentario que hasta hace sentir mal al estudiante. La mayoría de los maestros no son así, pero como dijo la gran Petra: «de que los hay, los hay».